El caos que viene

duarteEn su obra «El Príncipe», al disertar sobre los principados que se adquieren por suerte, herencia y sin esfuerzo, Nicolás Maquiavelo concluye que estos se encuentran condenados al fracaso y a la ruina, pues al ser puestos en manos de bisoños y advenedizos, «tal cual sucedió a muchos en las ciudades de Jonia y del Helesponto, donde fueron hechos príncipes por Darío  a fin de que le conservasen dichas ciudades para su seguridad y gloria», finalmente estos no se sostienen «sino por la voluntad y la fortuna -cosas ambas mudables e inseguras- de quienes los elevaron; y no saben ni pueden conservar aquella dignidad, y no saben porque si no son hombres de talento y virtudes superiores, no es presumible que conozcan el arte de mando. Por otra parte, los estados que nacen pronto, como todas las cosas de la naturaleza que brotan y crecen precozmente, no pueden tener raíces ni sostenes que los defiendan del tiempo adverso». 

Los tiempos que vive Veracruz hacen recordar esta enseñanza del florentino Maquiavelo, que no deben olvidarse.

Las difíciles circunstancias, pasada la mitad del sexenio del gobernador Javier Duarte de Ochoa, pudieran anunciar el colapso de un sistema de poder, con las consecuencias positivas y negativas que ello conlleva -sobre todo para la base social involucrada-, dependiendo de si se ha tocado fondo o todavía está por venir lo peor. Me temo que el futuro es incierto.

La desaparición de nuestro compañero periodista Gregorio Jiménez, ha sido la puntilla para que en los últimos días se haga visible, nuevamente, los estertores de un sistema herrumbroso, corrupto y sin un liderazgo capaz de reconstruirlo y darle soporte, para mala fortuna de quienes vivimos en este.

Con una delincuencia desafiante, imbatible, que ha replegado al Estado de Derecho en múltiples regiones y ciudades del estado. Con instituciones rebasadas en su capacidad de contención y un círculo de impunidad vicioso. Con la claudicación del poder público a los intereses criminales, cedidos por ingenuidad, desidia o ineptitud. 

La crisis ha evidenciado también las difuncionalidades de un sistema de medios basado en relaciones corruptas.

Medios de comunicación sometidos al poder público, por medio del poder económico, descoyuntados de su función democrática reguladora, incapaces de estar a la altura de sus desafíos de su tiempo. Periodistas oprimidos por un sistema que subordina la dignidad humana por sobre el apetito voraz y la ambición desmedida de las mijagas del poder y del dinero fácil.

Una sociedad atemorizada, atrapada entre la incertidumbre de un cielo plomizo y aciago.

Repito, lo ocurrido con el caso de Gregorio Jiménez -no porque sea más o menos importante que la tragedia de cualquier ciudadano común en Veracruz, sino por su simbolismo crítico-, puede ser el anticipo de una tormenta que ahogue el inevitable y trágico destino de un principado fugaz. 

Malo por la sociedad y peor para el periodismo veracruzano, que en este trance, pudiera tener un mayor costo de sangre.

Excepcionalmente, decía Maquiavelo, un principado nacido en las condiciones predichas podría tener futuro «salvo que quienes se han convertido en forma súbita en príncipes  se pongan a la altura de lo que la fortuna ha depositado en sus manos y sepan prepararse inmediatamente para conservarlo y echen los cimientos que cualquier otro echa antes de llegar al principado».

Aunque cada vez con menos esperanzas -insuflado de un optimismo artificial -, uno esperaría un golpe de timón en los días por venir en Veracruz. No hacerlo, solo dilataría la fatídica espera del caos para quienes se quedan.

Claro, a diferencia de la época de Maquiavelo y antes, un Príncipe arrostraba con él y su familia toda la desgracia de su fracaso. Ahora, se va al extranjero a gozar de su fortuna.

Un comentario en “El caos que viene

Deja un comentario